Muchas Letras

19 julio 2005

"Criticar la labor del gobierno cuando se habla de una catástrofe como este incendio [de Guadalajara] es, como mínimo, deleznable". Así se expresaba Trinidad Jiménez esta mañana. La verdad es que discrepo. Podría estar de acuerdo en que es mejor dejarlo para cuando las cosas no estén tan calientes (nunca mejor dicho), pero la gravedad del suceso no puede servir de escudo para nadie.


Pero no era esto lo que me llamó la atención. Lo que me hizo dar un brinco (dentro de las posibilidades espaciales de mi bienamado utilitario) fue la sensación de doblepensamiento (1.984, de Orwell) que me produjo el oir esas palabras de una representante del PSOE. Bien sabeis que no soy lo que se dice un simpatizante del PP, y no quiero defenderlos (no lo merecen), pero no hace mucho que se les hizo una acusación mucho más grave y, desde mi punto de vista, temeraria. Hablo, como alguno habrá adivinado, de lo que se ha dado en llamar 11-M. No de la manipulación (evidente) si no de la acusación de "falta de previsión" que se hizo al entonces gobierno popular. Y es que es imposible garantizar que un atentado como aquel no vuelva a pasar en España, ni en ningún otro país del mundo. Y hay pruebas recientes...

El caso es que los que entonces apuntaban con el dedo hoy son señalados, y se quejan por ello. Como diría Mark Knopfler, "when you point your finger cos your plan fell through, you got three more fingers pointing back at you" (Solid Rock).

Un poco de coherencia, por favor.

14 julio 2005

Hoy venía yo en mi coche de trabajar cuando, oyendo las noticias, no sabía si reírme a mandíbula batiente o llorar sin consuelo. La verdad es que ya me iba calentano con todo lo que está haciendo el PP antes de irse de una vez de la Xunta, pero lo bueno vino cuando oí a Fraga defendiendo la gestión de los fondos de cohesión llegados a Galicia... Queridos hermanos, habrá quien se lo crea, pero un servidor se pasó 3 años y medio viendo como se invertían dichos fondos y, creedme, no todo llegaba a buen fin. Digamos que algo sí llegaba a buen fin, y que no todo se quedaba por el camino, en estudios de viabilidad escandalosamente caros, consultorías en empresas sospechosamente familiares y pajas mentales similares. Digamos también que lejos de optimizarlos se mataban moscas a cañonazos, como se dice vulgarmente. Y eso cuando de verdad se querían matar moscas... la mayor parte de las veces como efecto colateral. Ahora que estoy en el mundo de la empresa privada y puedo contrastar, me indigna mucho más el hecho de que con el dinero que nos ceden para que mejoremos nuestras infraestructuras, y seamos así más europeos, se hagan tantas burradas, se pongan las botas unos cuantos y no se haga lo que se tiene que hacer: invertir con responsabilidad.

Desde luego mi experiencia está limitada principalmente a mi campo profesional, pero haciendo una extrapolación (no generalización) se puede ver cómo funciona el asunto. Se gasta (no invierte) el dinero de forma desproporcionada, malgastando unos recursos que bien administrados darían para hacer verdaderas virguerías pero que, por incompetencia o falta de interés se quedan cortos en menos que canta un gallo.

Por suerte yo ya no estoy en ese mundo mafioso y oscuro. Ahora trabajo bastante más y con otras condiciones, pero mi trabajo es aprovechado y valorado por la riqueza que puede generar y no por el gasto que puede justificar.

¿No se les cae la cara de vergüenza al pedir más fondos de cohesión, que además son más necesitados por otros? Vamos, digo yo...

11 julio 2005

Vaya, tanto tiempo sin escribir y hoy pongo dos historias. Bueno, en realidad esta no es una historia, sólo una reflexión de lo que he visto hoy en las noticias. No es la primera vez que me pasa (y supongo que a mucha otra gente) que me quedo con una sensación extraña en el cuerpo después de ver lo que se dice de un atentado tan brutal como el de la semana pasada en Londres. Te deja un poco descolocado. Pero lo que realmente te sacude es ver después que en otros puntos del mundo eso pasa todos los días, con las mismas proporciones, los mismos métodos y los mismos muertos... ¿Los mismos muertos? Pues parece que no. Mientras los que murieron en Madrid o Londres son muertos del mundo civilizado, como se atreven a decir algunos, los otros son solo muertos. Parece que incivilizados, casi salvajes.

Y luego todavía queda la tercera división de los muertos, que son los que ni siquiera necesitan una bomba para morir. Ni siquiera un tiro, ni un corte. Ni el más mínimo golpe. Esos, los de la tercera división, los que se mueren sin alboroto, que mientras viven son incluso menos importantes que los incivilizados tienen que ver como los más civilizados (y privilegiados) no mueven un dedo para salvarles. ¿Puede haber algo más salvaje y animal que eso? ¿Es menos atroz el atentado pasivo y continuo que el violento y explosivo? Yo pienso que es la misma animalada repugnante e inadmisible. Lo único que los hace diferentes es el marketing

Ahí queda eso...

Añadido el 14 de julio de 2005:


Una imagen que vale más que 1000 palabras.

10 julio 2005

Hace tiempo que no escribo nada, y eso que desde la última historia han pasado algunas cosas... Es que soy un vago, y desde que trabajo pues no me apetece demasiado ponerme con el ordenador al volver del curro. De todos modos, hoy no tengo ganas de repartir caña contra los que tanto se la merecen, así que voy a ir de suave y voy a comentar el último libro que he leído: La naranja mecánica, de Anthony Burguess. Supongo que os pasará lo mismo que mi, que conoceis la peli de Kubrick pero ni idea del libro... Bueno, pues que sepáis que mi edición incluye un prólogo en el que Burguess reniega de la película porque el bueno de Stanley se comió el último capítulo, que por cierto cambia totalmente el sentido de la obra.

El libro está dividido en tres partes bien diferenciadas que abarcan, respectivamente, la presentación de Alex (el protagonista) y sus drugos o amigos como un grupo de adolescentes que se divierten con la ultraviolencia, la dentención de Alex y su tratamiento por parte del estado para reinsertarlo en la sociedad, y finalmente su reencuentro con la misma.

Para mi gusto, y como casi siempre, el libro es mucho mejor que la película aunque pueda parecer difícil de creer, pues la obra de Kubrick es genial. En este caso a mi me gusta más el libro porque en la película una estética tan peculiar y una fotografía tan cuidada pueden distraer un poco del verdadero sentido de la historia (cosa que obviamente no sucede en el libro), y esto es algo que le pasa a mucha gente que la ve: se quedan con lo violenta que es, con la pinta (siempre moderna) de los drugos y con la música (genial Beethoven principalmente) pero pasan un poco por encima de la historia. A mi me pasó la primera vez que la vi... Sin embargo la novela te hace pensar desde la primera lectura y casi desde la primera página. A mi me recuerda a 1.984 (Orwell) o Un mundo feliz (Huxley), así que si habéis leido cuiaquiera de estos libros y os ha gustado, puede que también os guste La naranja mecánica.

Finalmente una advertencia sobre el lenguaje empleado en el libro: Alex y sus drugos emplean una jerga nadsat o adolescente que puede hacerse difícil de entender. Para facilitarlo un poco, al final del libro hay un pequeño glosario que explica qué significa cada expresión de esta jerga. Puede ser un malenco pesado al pricipio, pero scorro se aprenten la mayor parte de los slovos y ya te palominas de todo. ¡Es un ejercicio para el radusoque!

Bueno druguitos, me voy a pitear un poco del viejo moloco antes de irme de golová a la cama, que snufo de snito. ¡Leédlo, es un libro realmente joroschó!