Muchas Letras

11 mayo 2008

Cuando los malos somos nosotros.

Acabo de leer un artículo de opinión en elpais.com que me ha parecido de lo más acertado y lúcido, y por lo tanto os recomiendo su lectura: Vergüenza, de Carlos Ordóñez Ferrer.

El caso es que me ha hecho pensar un poco sobre la percepción que tenemos los europeos del mundo. Somos, por lo general, poco amigos del imperialismo norteamiericano; no nos gusta el intervencionismo de Bush, sobre todo por lo interesado que es siempre; nos escandalizamos al ver cómo invaden países y derrocan gobiernos (a veces democráticos) por puro egoísmo patriótico... Y luego somos incapaces de reconocer esos comportamientos en este lado del Atlántico. Nosotros somos iguales a ellos, pero recubiertos de una película de cultureta, cilvilización hipócrita.

La verdad es que yo ya había experimentado esta sensación cuando fue la invasión de Irak (si antes, no lo recuerdo), no sólo al ver que España apoyaba tal aberración, si no al ver que Europa, con todo su supuesto poder, no era capaz ni de toser al conglomerado empresarial (eso es lo que fue) invasor. Yo tenía entonces la (irracional) idea de que nosotros éramos los guardianes de lo civilizado, superiores en eso a los yankis. Gran error: somos un grupo de países medio arrejuntados en torno a una moneda (el dinero es nuestro pegamento) que no son capaces de ser lo suficientemente honestos para reconocer que están tan dominados por las empresas como los estadounidenses. Lo de ellos es horrible, pero lo nuestro, esta ceguera voluntaria, esta hipocresía barata producto (u origen, no lo tengo claro) del conservadurismo más rancio, es aún peor y más peligroso.

Poner fronteras a la gente que se muere de hambre mientras les chupamos la sangre es lo peor, lo más primitivo, incivilizado, violento... norteamericano que podemos hacer. Pues lo estamos haciendo.