Muchas Letras

13 junio 2006

Leo hoy en barrapunto esta anotación que, una vez más, me hace reflexionar sobre lo absurdo de la propiedad intelectual. Resulta que un señor puede echar por tierra las celebraciones del Bloomsday, en homenaje al Ulises de James Joyce, para muchos una de las obras cumbre de la literatura universal del siglo XX. Y no solo eso: parece que dicho señor también se dedica a obstaculizar la creación de nuevas ediciones de la obra y a impedir las lecturas públicas y la realización de documentales sobre la novela, haciendo que sea más difícil acceder a ella. ¿Y por qué tiene ese señor el poder de hacer todo eso? No por haber participado en la elaboración del libro (1922!), si no por ser el nieto del autor. O sea, que sin haber movido un dedo para merecerlo, sin tener otro mérito que el haber nacido, este señor tiene la potestad de frenar la difusión de una obra tan importante. Da que pensar...

P.D: ¿Habrá mucha diferencia con las herencias más materiales?