Muchas Letras

10 mayo 2006

Las personas con sentimiento de culpa son (o somos) fáciles de persuadir y manipular. Una vez leí en un libro (creo que de Saramago, pero no estoy seguro) que el gran triunfo del cristianismo es que sus fieles se culpen a sí mismos de las cosas malas que hacen (o no hacen), se juzguen, se sentencien y se castiguen pidiendo perdón. Pues hoy se me ha ocurrido que ese mismo mecanismo debe estar funcionando con nosotros, los asalariados. Y se me ha ocurrido porque resulta que en mi ciudad (Vigo) estos días está habiendo una serie de manifestaciones de los trabajadores del sector del metal, que protestan y hacen huelga porque la patronal les quiere endiñar una serie de condiciones que reducen sustancialmente sus ingresos, entre otras cosas. Y resulta que ayer la policía nacional hizo una carga digna de los hunos, dejando unos cuantos heridos y contusionados. Y resulta que hoy he oído cosas al respecto que me han hecho pensar sobre el tema.

Vaya por delante que yo no estoy a favor del uso de la violencia en ninguna de sus formas.

La primera reflexión que hago es precisamente sobre las formas de violencia. Existe la violencia verbal, la violencia sexual... y yo creo que existe la violencia laboral, entendida como la que se ejerce sobre ciertos trabajadores al imponerles condiciones y situaciones que son claramente inadmisibles: jornadas de 10 horas, salarios ridículos, contratos temporales eternos (gran paradoja de nuestro tiempo)... Todo esto es violencia, y de la más dura e injusta, por ser ejercida por quienes tienen la fuerza sobre los más débiles. Me pregunto dónde está la policía cuando se dan este tipo de abusos.

La segunda cuestión es: ¿tenemos claro quien es el culpable de estas situaciones? Quiero decir, ¿podemos decir que los huelguistas son unos energúmenos? Yo creo que no, por lo menos no tan a la ligera. Veamos, si vamos por la calle y un señor nos mete un dedo en el ojo, ¿cual será nuestra respuesta? Le pedimos amablemente que lo retire o pasamos a medidas más drásticas? Yo creo que la respuesta está clara (a no ser que uno sea Gandhi o Jesucristo). Pues a estos señores les están haciendo algo mucho peor que meterles un dedo en el ojo, están jugando con su pan, y no sé vosotros, pero yo ante eso creo que sí me rebotaría un poco. No creo que quemar el coche de nadie sea la solución, pero el hecho de que el señor que te mete el dedo en el ojo venga respaldado por unos cuantos vikingos armados con porras y pelotas de goma, seguramente genera un poco de frustración y tensión. Yo no podría decir que no lo haría, y me considero una persona tranquila. Piense el lector que además, si estamos en esta situación, es porque el poder político (y sindical) lo ha permitido, doblegándose a la voluntad del poder económico, por lo que no se puede apelar a instancias superiores. El estado para defender al ciudadano hace tiempo que ha desaparecido.

El tercer punto es en realidad una autocrítica: ¿qué carajo hemos estado haciendo los ciudadanos mientras nos la colaban de esta forma? Pues, citando a un gran estadista español, mire usté, hemos estado pendientes de enterarnos de quién baila, quien triunfa o cómo es el vestido de boda de doña Letizia. Nos la hemos dejado colar como niños. Aún así, y hay que tenerlo claro, los culpables no somos nosotros si no los que nos exprimen. ¿O también somos culpables de que nos meta el señor el dedo en el ojo? ¿Vamos provocando por ir con los ojos abiertos? o, por poner un ejemplo más real: ¿realmente es culpable la víctima de la violación por llevar minifalda? (Seguro que más de uno da una respuesta distinta según la pregunta, pero eso toca en otra historia que escriba)

Mi conclusión es que a nosotros no nos defiende nadie, así que como no lo hagamos nosotros mismos vamos de craneo...


Por cierto, si los 10.000 o 15.000 manifestantes se puesieran a quemar contenedores y coches, arrasarían la ciudad. Conclusión: no hay que meter a todos en el mismo saco.

¡Ánimo compañeros del metal!