Muchas Letras

27 enero 2008

Si es que somos unos ratas amarrados

De camino de Monforte a Vigo, tras reponerme de la impresión de presenciar un acto divino, he oído una noticia en la radio que también me ha hecho pensar. Resulta que en España las ventas de discos han caído un 23% en 2007, según el locutor por culpa de la piratería. Acto seguido nos informan de que, en este año de crisis de la industria, los dos discos más vendidos son Papito de Miguel Bosé y Dos pájaros de un tiro de Sabina y Serrat. Ya sabéis lo que opino respecto a que utilicen la palabra piratería (si no, escuchad esto). Hoy la cuestión está en que nadie parece darse cuenta de que el hecho de que los españoles piensen que los dos discos que más merecen la pena comprar sean esos, de versiones de canciones de hace 10, 15, 20 o más años, puede indicar que realmente no nos están ofreciendo nada que tenga una calidad mínima. Tal vez sea por eso, entre otras cosas, que la gente no compra discos. No sé, digo yo que algo tendrá que ver, ¿no?

Por otro lado, la semana pasada nos dijeron que el cine español también había perdido un porrón de espectadores (en los cines, claro), pero luego nos dijeron que El horfanato era la segunda película más vista (la primera de las españolas), siendo un gran éxito de taquilla. No es difícil llegar a la conclusión de que si se nos ofrecen películas buenas (o al menos más o menos bien hechas) y no bodrios con los temas recurrentes (y reincidentes) de siempre, algunos estamos dispuestos a pagar una entrada de cine. Lo que no vamos a hacer es gastarnos la pasta a cambio de una mierda, que es casi como regalarla. Un ejemplo: hace unas semanas me bajé y vi Los Borgia. Puedo decir que la vi con esperanzas a pesar de lo mala que me decían que era. Pues bien, es una mierda tremenda. Pensé que me estaban tomando el pelo. Si pago una entrada para ver eso, que tengan claro que voy a tardar en ver una peli española otra vez. Sin embargo pagaría por ver en el cine Tesis o Muerte de un ciclista. ¿Alguien podría decirme, así de repente, qué tienen estas dos que no tenga Los Borgia?

Calidad.

Revelación

Esta mañana de domingo iba yo por la calle (algo resacoso de la noche anterior) y he presenciado algo curioso. Veréis, yo estaba en Monforte de Lemos (después de una noche digamos que muy espiritual) y me dirigía a mi coche para volver a Vigo, pues tenía un compromiso familiar a medio día. El caso es que delante de mí iban dos señoras que, por su atuendo, iban a misa (llevaban el abrigo de pieles que parece el uniforme oficial para ir a esta clase de eventos los domingos por la mañana). Llevaban prisa porque llegaban tarde. Este tipo de escenas siempre me hacen pensar en lo absurdo del asunto: se levantan más o menos temprano, se arreglan todos y van a hacer un paripé y hablarle a alguien que no existe y en quien ponen toda su fe para que les proteja. Es como si yo rezara a Crom (el de Conan) o simplemente al ratoncito Pérez. Nos hace gracia que los niños crean en los reyes magos, pero no nos reímos de los adultos que creen en Dios (el de aquí o el de allá).

Bueno, a lo que iba. El caso es que como llegaban tarde iban mostrándose mutuamente su malestar por el mal que habían hecho: ¡levantarse tarde un domingo en que el termómetro marca 2,5 Cº! Y entonces presencié una revelación divina, y he de decir que no se parecen en nada a lo que nos cuentan los libros de historia bíblica (encuadrados dentro del género más amplio de lo fantástico). Sencillamente iban las dos andando y una le dijo a la otra: "No pasa nada, lo importante es llegar a la eucaristía, si llegamos a la eucaristía también vale". Y con estas sencillas palabras el Señor descargó los hombros de las dos mujeres de su culpa, y éstas aminoraron el paso. Y en verdad os digo que fue ese el momento en que las adelanté, porque antes iban mangadas.

¡Con qué sencillez se manifiesta el Señor! Seguro que para los que no estén alerta pasará desapercibido este gran momento. De hecho, estoy convencido de que ninguna de las mujeres se percató de la evidente intervención del Altísimo, puesto que no entraron en éxtasis, ni empezaron a flipar con los arcángeles ni nada de eso. Ellas siguieron su camino mientras yo seguía el mío con la alegría de haber descubierto (¡por fín!) una fe tanto tiempo escondida y rumiando la siguiente reflexión: si llegas 5 minutos tarde no le importa ni a Dios, déjate de prisas inútiles.