Muchas Letras

07 marzo 2006

He vuelto a caer: hoy he visto las noticias. Y he visto que en Francia tenían una huelga porque el gobierno quiere aprobar una ley que trata de promover el empleo entre los jóvenes facilitando los despidos. La verdad es que lo que oí de la ley en cuestión no es para menos: por ser menor de no sé cuántos años, pueden contratarte y despedirte en cualquier momento de los dos primeros años sin dar la más mínima explicación. Es increíble, y hacen bien en protestar, los franceses.

Y yo me pregunto: ¿aquí no pasa ya eso? Es cierto que no hay ninguna ley que permita el despido sin previo aviso, pero sí que se permite que a uno la empresa le contrate por 5 días, lo deje en la calle el fin de semana, y le vuelva a contratar el lunes a primera hora. Incluso, se puede contratar a alguien por unas cuantas horas y hacerle trabajar el doble (o más), con el fraude que supone para el trabajador y también para el resto (no lo olvidemos). ¿A cuantas personas de entre 20 y 35 años con contrato fijo conoce el lector? ¿A cuantas con contratos de más de un año? ¿Y de seis meses? Vamos, que no estamos mucho mejor que en Francia. Entonces, ¿por qué aquí no protestamos? No lo sé, pero es para pensarlo...

Veamos, quien tiene la capacidad de convocar las huelgas son los sindicatos, que cobran de sus afiliados y unas más que generosas subvenciones. ¿Por qué no se mueven? ¿Qué tiene que pasar para que haya una huelga en este país? Algo huele a podrido... y no es en Dinamarca, precisamente.

01 marzo 2006

Desde hace algún tiempo, al salir del trabajo, en vez de poner las noticias oigo Radio 3 (a las 7 empieza La ciudad invisible) y la verdad es que llego a casa mucho más relajado. Lo malo es que no me entero de casi nada de lo que pasa en el mundo, y como no me cabreo casi nunca, casi nunca escribo. Pero se acabó, desde hoy me comprometo a escribir una historia semanal (como mínimo). No sé si quedará alguno de mis (pocos) lectores, pero es igual, yo escribo.

Recientemente me he encontrado por la red con un sitio que merece la pena visitar, si te gusta la música y no te importan demasiado las marcas y los nombres: Jamendo.com. Básicamente es un sitio donde músicos de cualquier parte del mundo (principalmente franceses, porque el sitio es francés) publican sus obras bajo licencias Creative Commons, que te permiten descargarla y disfrutarla sin tener que pagar nada por ella. Incluso te animan a que la distribuyas entre tus amigos. ¿Dónde está el negocio? Pues está en los conciertos, que es donde estaba antes de que existiera el modelo este de vender discos como rosquillas y nada más.
Después de descargarme algunos discos, he visto que los hay de gran calidad, incluso por encima de los que son superventas. Esto me ha hecho pensar (raro, raro) y he llegado a la feliz conclusión de que, aunque todo el tinglado del top-manta y el burrito p2p crezcan al ritmo que lo hacen ahora, nunca nos vamos a quedar sin buena música. Ni buenas películas, ya que el vídeo digital es también barato, y yo, como mucha gente, pagaría por ver una buena película en una buena sala de cine y no en una tele.

Eso me alivia mucho, después de las cosas que nos dicen en los medios. Si la cultura puede sobrevivir sin los circuitos tradicionales (e incluso gozar de una salud envidiable, ya que los nuevos medios la ponen al alcance de mucha más gente), ¿por qué el ministerio responsable de ella nos dice nos la estamos cargando? Está claro que no me cargo la cultura si me bajo "Bienvenido, Mr. Marshall". Al contrario, si la copio y se la paso a mis amigos, ¿no estoy distribuyendo cultura? ¿Entonces por qué me dicen que me la estoy cargando? Tiene gracia. ¿No serán los que hacen de la cultura un bien de lujo, los que se la cargan? ¿Cobrar 60 eurazos por los 4 CDs de Tannhäuser no es un atentado contra la cultura? Puede que no sea la cultura la que salga perdiendo, al fin y al cabo...

Aquéllos que dicen defender la cultura deberían estar tan contentos como lo estoy yo por el hecho de que las nuevas tecnologías faciliten la creación y distribución de la cultura de una forma sin precedentes desde la invención de la imprenta (es cierto, la imprenta no perjudicó a la cultura, sólo a los escribanos...)

Claro que qué se puede esperar de una ministra de cultura que dice que "la creación sin la industria no existe... si se lo hubieran dicho a Cervantes mientras escribía el Quijote...